Creo que todos debemos aprender, y mucho, de ellos, y para que esto sea un hecho, debemos querer aprender. No me refiero a la lengua de signos -que también sería muy necesario-, sino a la voluntad prioritaria de estar atentos a las personas sordas, aparentemente los más olvidados porque externamente la sordera no es visible como otras discapacidades. Darse a entender con una clara pronunciación, hecha de un lenguaje sencillo y claro, con tendencia a la profundidad de las expresiones y con gestos fácilmente entendedores. No es sólo cuestión de educación, sino de empatía, de querer y saber ponerse al nivel del otro.
Hemos tenido la oportunidad de acoger recientemente en Barcelona las XXIV Encuentro Nacional de la Pastoral del Sordo. Unas Jornadas preparadas con mucha dedicación, con mucho amor. Unas ciento cincuenta personas sordas de todas las edades, procedentes de dieciocho diócesis, han vivido la intensidad de unas jornadas que han contado cada día con la celebración de la Eucaristía, con mucha atención a la proclamación de la Palabra de Dios con lengua de signos en catalán y castellano, conferencias y visitas culturales a los lugares más emblemáticos de la ciudad.
Si tenemos que resumir con una palabra la experiencia vivida y celebrada, debemos pronunciar la palabra alegría. Éstos son los temas que han sido llevados a la reflexión: «La alegría de evangelizar»; «Los cristianos, testimonios de alegría»; «Vivir el Evangelio con alegría»; «María, causa de nuestra alegría». Personalmente -tengo que decirlo- he aprendido de ellos la alegría de la comunicación, el testimonio de la atención, la valoración de cada uno para atenderlo bien, la capacidad de comprensión, la luminosidad de sus rostros, y sobre todo, la alegría.
El esfuerzo de escucharlos -los que podemos hacerlo con nuestros oídos- me remite a pensar en la responsabilidad que tenemos de una comunicación auténtica y la necesidad de un diálogo más humano y humanizador. Hay aparentes discapacidades que son verdaderas capacidades, de las que -si sabemos y queremos escuchar- podemos aprender mucho.
Mons. Sebastià Taltavull
Obispo auxiliar de Barcelona